Pues a muy poquito de llevar seis meses sin dirigir empiezo a estar ya que me subo por las paredes.
El consejo que más me han dado, y el que yo también creo que es el mejor, es el de: «dirige a lo que sea con quien sea». Pero no es fácil.
Por un lado, prefiero no volver con mi grupo de siempre porque ellos se han comido todo mi burnout y porque parte de éste es porque yo no he jugado con otra gente. Y como nuestros gustos no encajan al 100%, pues ea. Pero ¿meterte a dirigir con desconocidos? ¿después de tanto tiempo jugando con tus amigos…? Joder, ¡qué vértigo!
He de confesar que con la edad me he vuelto más huraño y que en estos tiempos donde la intolerancia campa a sus anchas tengo muchos reparos a jugar con cualquiera. Creo que, como método de evitación, es solo un preventivo para no pasar por el mal trago de tener que echar a nadie de la partida.
Peo mis mayores bloqueos llegan cuando tengo que escoger sistema y ambientación. Vaya, decidir a qué dirigir.
Antes pensaba que tenía un flujo interminable de ideas que no pararía nunca (por eso lo de interminable) pero me he dado cuenta que muchas de esas ideas no van a volver, ya sea porque no tienen la frescura que tenían en su momento, ya sea porque no eran muy buenas en el fondo, o quizás porque simplemente me he hecho mayor para ciertas cosas.
El tema es que siento que con mi anterior grupo intenté partidas muy arriesgadas. Llevaba a mesa cosas que exigían mucho a los jugadores y no estaba seguro del todo que fueran a gustar y no había un compromiso firme con esas cosas. Y mi grupo era de los de darme libertad para dirigir a lo que quisiera, oye. Pero en el momento en el que sentía que las cosas ya no estaban funcionando… os podéis imaginar. Perdía el interés en la partida, dejaba de preparar material o aventuras con el mismo ímpetu y claro, si además los jugadores no estaban por la labor de sacarte las castañas del fuego, pues acababa retirando el juego de mesa. Muchas veces en mitad de alguna movida, lo cual no ayuda a cimentar una buena confianza en el trabajo que haces, por cierto. Como decía más arriba, muchos de esos proyectos los debería haber llevado a mesas distintas y haberle propuesto a mi grupo que, quien quisiera, se uniera, pero con un contrato social diferente del de mi mesa habitual. Bueno, de los errores aprendo.
Pero, como decía, muchas de esas ideas resultaron ser barquitos de papel que zarparon una vez para no volver más. Y ahora, porque uno es así, me siento mal por el acumulado de ideas que no han fructificado. Es a raíz de esto por lo que también me cuesta tanto poner proyectos nuevos en la mesa y darles el tiempo de florecer.
Hay más cuestiones, claro, vamos a hablar de ellas en detalle.
El sistema
Ahora mismo lo que más pega es D&D 5e y yo ya vengo de vuelta de todo D&D, la OSR y el kitbashing. Pero parece que la mayor demanda es jugar, sino a 5e, al menos a ese tipo de fantasía.
La gran mayoría de juegos trad no me gustan. Y aquí no mucho más donde rascar. Ni los clásicos de JOC (Runequest, La Llamada de Cthulhu, Aquelarre, etc.), ni Mundo de Tinieblas, ni los Roll & Keep, etcétera, etcétera, etcétera.
Yo hace mucho que hago por jugar con sistemas muy libres, como HeroQuest/QuestWorlds, donde tú le pones nombre a las habilidades y no hay que jugar tanto “al sistema” como “con el sistema”. Pero muchos de estos juegos son, como cuento más adelante, muy exigentes con los jugadores y con el director. Mi principal escollo dirigiendo QW fue, precisamente, que había que tener un gran dominio de la ambientación (Glorantha en este caso) porque no se definían los usos de las habilidades más allá de la “veracidad del universo de juego”.
Compara con tu juego trad habitual donde tienes un puñado atributos, una lista de habilidades y, si no pones reglas de la casa, hasta aquí llegó el Tajo. Todo esto, por supuesto, disociado del personaje que te hagas.
Los jugadores
Me encuentro cómodo con un estilo de partida que puede llegar a ser muy exigente con los jugadores. Bastante freeform, centrado en la historia más que en el crecimiento vertical del personaje, con un interés especial en que sean los propios jugadores los que propongan los objetivos, que sean proactivos, vaya.
Tengo poca paciencia con la gente que viene a declamar a las partidas. Me encanta que los jugadores hablen en personaje, que tengan su momento de interpretación, yo mismo suelo adoptar un papel vehicular como director, narro poquísimo. ¿Pero eso de dar la chapa durante diez minutos para que te den cama libre en la posada? Jorge Luis, que es el primer alto en el camino del viaje de dos meses que vamos a resolver en tres tiradas. Además, la gente que hace esto suele repetirse mucho, mucho, y a mí me aburre. Sin tener en cuenta, claro, el daño que hace al ritmo de la partida y al disfrute de otros jugadores.
Esto empeora en el momento que hablamos de desconocidos, porque además a mí me gusta preparar la partida para la gente que va a jugarla, pensando cómo hacer que cada persona se divierta al máximo y encuentre en la partida un reto. Pero si no sé quién va a venir ¿cómo hacer esto?
La ambientación
La mayor parte de las ambientaciones me parecen muy juveniles. Y no confundamos maduras con oscuras. Pero leo algunas que ya me aburren “y el Comunista Malo Muy Malo hizo cosas Malas y ahora los Buenos, ungidos por Jesucristo el Dios del Bien van a acabar con él”. Y sí, sé que la mayoría de las ambientaciones vienen de EEUU y que son hijas de su cultura, máxime si nos vamos a las décadas de los 80 y 90. Pero es que ya da sed.
Y luego se tiene que dar el combo de que no sea tan rancia y que a mí me guste.
Está el detallito de que se soy demasiado exigente con las ambientaciones. Les pido una coherencia interna que muchas veces no tienen. Esto se deviene a veces de que algunas cosas que he dirigido se publicaron originalmente para juegos de matar. Como Glorantha con el RuneQuest, que cuando dirigí con HeroQuest Glorantha/Questworlds resultó que sus propios planteamientos en reglas hacían imposible la propia ambientación.
Respecto a lo que decía antes de estar cansado y tal, ¿te acuerdas? Pues es por eso por lo que tampoco me pongo a “arreglar” cosas-que-me-gustan-PERO.
Quizás, si no me sintiera así sería capaz de sacar adelante las ideas que se me ocurren (como la de la partida de sarracenos en los últimos años del Califato de Córdoba), o también puede ser que es que se me dé mal. No lo sé ya.
Y como no sé con quién voy a jugar, me da pánico tirarme a la piscina de “vamos a crear la ambientación entre nosotros”, porque sé que voy a vetar todas las movidas de fantasía D&D y eso sería injusto para el jugador que propone cosas. Y mira que me gustan estas cosas.
El medio
La pandemia ha sido un palazo para lo de conocer gente nueva. Que sí, que puedes jugar por Discord. Pero a mí (como a muchos) me encanta irme de cafelito antes de la partida (o después si se tercia) y charlar y conocer con quién estoy jugando. Esto de quedar para jugar, hablar por turnos y desconectar corriendo porque tienes cosas que hacer al terminar la partida… pues me parece tan frío que me quita las ganas de dirigir a desconocidos. A mis colegas, en el fondo, los podía llamar cualquier día entre partidas y charlar de lo que fuera.
Que imagino que todos estamos un poco igual, pero quizás yo tengo ahora una red social más deteriorada y acuso más estas cuestiones.
Un elemento fundamental en mis partidas suele ser la música, y eso también sufre al no jugar de forma presencial. Las opciones que he probado no me terminan de gustar y claro, es otro puñado de sal en la mollera.
Internet
Lo de leer las cosas super guais y molonas que hacen los demás, tampoco ayuda, la verdad. Y sí, ya sé que lo que la gente cuenta y lo que la gente hace es muy diferente, pero al no ver con regularidad otras mesas que no fueran la mía (con pocos cambios desde hace más de seis años, y antes de eso con menos aún) me es muy difícil luchar contra esa idea.
La otra opción que hay es ver partidas por internet para hacerte una idea, pero es que ahí, o bien te topas con sesiones completamente novatas (que la gente aplaude, para mi sorpresa) o con partidas que parecen guionizadas. Supongo que esto se genera porque, al desconocer a los jugadores y al director, ¿cómo valorarlo todo?
Vaya, que estar expuesto a la marea comunicativa de estos tiempos me desgasta enormemente. Y es que además soy poco propenso a contar mis historias, entrar en debates (salvo contadas excepciones) o pontificar sobre cómo debe ser o no el rol, a qué juego hay que jugar o no y poner las habituales calificaciones de “10 mejores juegos de fantasía”.
En definitiva
Está claro que, si quiero seguir disfrutando de esta afición, tengo que salir de este pozo de alguna forma, pero no encuentro un trampolín desde el que saltar con cierta confianza. Que a fin de cuentas, el problema es saltar, pero leches ¡no pueden ser todos los trampolines olímpicos!